Marius tenía solo un año y medio de vida y una salud de hierro. Vivía junto a sus congéneres en el zoo de Copenhague y contaba con el cariño de los habitantes de la capital danesa pero eso no ha sido suficiente para salvarle la vida.
La dirección de la institución ha decidido sacrificar a la joven jirafa por una cuestión genética, para asegurarse de que los mejores genes pasan a las generaciones siguientes.
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