Pese a la persistente amenaza nuclear y un futuro incierto, son muchos los japoneses que decidieron quedarse en sus pueblos tras el terrible desastre. Son voluntarios que arriesgan sus vidas por reconstruir las ciudades y ayudar a los que más lo necesitan. Por otra parte, los que se marcharon atemorizados de sus tierras a veces son criticados por falta de patriotismo.
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